El caminante sobre el mar de nubes
- Impacto noticias
- 14 may 2019
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Muchas veces no importa la obra, sino, lo que pueda transmitir: lo que haga sentir. Esa dulce danza comunicativa que vence el tiempo y espacio.

En 1818, el pintor germano, Caspar David Friedrich sorprendió el romanticismo alemán con un lienzo donde, quizá él era el protagonista. No deja de cautivarnos, doscientos años después, el caminante sobre el mar de nubes.
David Friedrich fue un autor atormentado del romanticismo. Es el único creador de los más desgarradores paisajes protagonizados por la inquietud humana.
A través del espacio que rodea la abundante naturaleza observamos, en sus obras, la grandeza que despliega sus colores frente a nuestros ojos.
El caminante sobre el mar de nubes es una manifestación o expresión artística que va más allá. A primera vista se deduce la indiferencia. Viste un atuendo típico alemán de la época. Friedrich quiere que asumamos su rol, de ahí que lo sitúe en el centro de la obra. Parece casi como que somos nosotros quienes nos asomamos al acantilado.
Un viajero que se encuentra de espaldas. Adelanta una pierna y se apoya en un bastón. Se observan las cumbres de otras montañas saliendo entre la niebla, mientras que una cordillera de enormes montañas ocupa el fondo. Mientras que la gran extensión de cielo por encima de las alturas de las montañas del fondo cubre gran parte del cuadro.
¿Qué sentimos al verlo? Soledad, tristeza, y melancolía. El caminante simbolizaría, en fin, al ser humano que concibe su vida terrena como un preludio a la vida eterna. Para ello hace falta descender al fondo del abismo, al fondo mismo de las divisiones que separan al hombre de lo divino. El anhelo del regreso, la nostalgia por la unidad perdida, se resuelve en el callar y esperar pacientemente el retorno, en medio del vacío, del espectáculo infinito de la verdad.
Redacción: Renzo Díaz
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